Last month, we read Dickens’ account of Mr. Gradgrind’s lesson on “what is a horse?” I ended the excerpt by asking, “who actually knows horses better, Sissy Jupe or Bitzer?” Bitzer mechanically spouted technical terms, precise measurable detail, and a scientific description of a horse. However, we suspect that if he ever encountered a real horse, there is a chance he would not recognize it as such, and even if he did, he would likely be terrified of it.
Sissy, on the other hand, undoubtedly knows, at least intuitively, most of the technical details blurted out by Bitzer. Yet for her, the horse is not an abstract idea whose meaning is exhausted by descriptive detail. For Sissy, horses are actual living creatures which inhabit her family’s life. Bitzer knows about horses. Sissy loves them.
The second-century philosopher and historian Plutarch described learning this way: “The mind is not an empty vessel which needs to be filled. It is kindling which only needs a spark to ignite it.” This depicts beautifully what we are about at Canongate. We do not view knowledge as a body of content that just needs to be deposited into the brains of our students. Instead, we view education as igniting the desire to know and understand.
Imagine learning about the life cycle of a frog. There are fascinating things to discover by mere observation and measurement. But we want to go beyond this. We want to pause and contemplate what is metaphysically and theologically true about this creature. We begin to ponder that his very existence is a gift from God, and that the wonder of his parts animated by his froggy soul is an ongoing miracle worthy of our amazement. We see that he is but one member of a plenitude of creatures that reveal God’s wisdom and, perhaps, whimsy! We learn to appreciate that a frog’s ultimate purpose is not only to be part of an ecocycle, but to entertain the world with his song, and simply to be a quirky, jumping, croaking thing without which our world would be a little less interesting and a little less delightful.
For Canongate to be Catholic certainly means that we kneel and pray to God before the crucifix. But it also means that we take every chance we can to delight in God’s presence in and among all of his creation, including the horsey and the croaky parts.
Caballos y criaturas que croan
El mes anterior leímos el recuento de Dickens de la lección del Sr. Gradgrind sobre “¿qué es un caballo?” Terminé el extracto preguntando: “¿quién conoce los caballos mejor, Ceci Jupe o Bitzer?” Bitzer mecánicamente borboteó términos técnicos, detalles precisamente mesurados, y la descripción científica de un caballo. Pese a ello, sospechamos que jamás se ha encontrado con un caballo real, hay una posibilidad que ni siquiera lo reconociese como uno, y aún cuando lo hiciese, probablemente estaría aterrado de éste.
Ceci, por otro lado, sin duda conoce, al menos intuitivamente, la mayoría de los detalles técnicos desembuchados por Bitzer. Para ella, el caballo no es una idea abstracta cuyo significado se agota en una descripción detallada. Para Ceci, los caballos son criaturas realmente vivas que habitan su vida familiar. Bitzer sabe sobre caballos. Ceci los ama.
El filósofo e historiador del siglo II, Plutarco, describía el aprendizaje de este modo: “La mente no es una vasija vacía que necesita ser llenada. Es una fajina que solo necesita una chispa para encenderse.” Esto presenta bellamente lo que acontece en Canongate. Nosotros no vemos el conocimiento como un cuerpo de contenido que necesita ser depositado en el cerebro de nuestros estudiantes. En cambio, vemos la educación como el trabajo de encender el deseo de conocer y entender.
Imagina aprender sobre el ciclo de vida de la rana. Hay cosas fascinantes para descubrir desde la mera observación y medición. Pero queremos ir más allá de ello. Queremos hacer una pausa y contemplar lo que es metafísica y teológicamente verdadero acerca de esta criatura. Empezamos a ponderar que su mera existencia es un regalo de Dios, y que la maravilla de sus partes animadas por su alma ranífera es un constante milagro que merece nuestro asombro. Vemos que se trata de solo un miembro entre una plenitud de criaturas que revelan la sabiduría de Dios y, quizá, también sus “caprichosas” ocurrencias. Aprendemos a apreciar que el sentido último de la rana no es ser simplemente una parte de un ciclo ecológico, sino entretener al mundo con su canción, o simplemente ser una cosa curiosa salteadora que croa, sin la cual el mundo sería un poco menos interesante y un poco menos encantador.
Para Canongate, ser católico ciertamente significa que nos arrodillamos y rezamos a Dios ante el crucifijo. Pero también significa que tomamos cualquier oportunidad para deleitarnos en la presencia de Dios entre toda su creación, incluyendo las partes equinas y las partes que croan.